Se encendió el ventilador que tanto estábamos esperando para que se conociera la verdad. Por años hemos reclamado y pedido la verdad y nada mas que la verdad. Hemos visto como tras años, esta misma se nos hacía esquiva y cuando al fin la comienzan a contar, no la queremos creer.
Esto es lo que nos vienen pasando por estos días en Colombia con el efecto paramilitar que contaminó todo el gobierno, las fuerzas militares, la empresa privada, la banca, el sector productivo y por supuesto, el crimen organizado y el narcotráfico.
Si bien las Autodefensas nacen como lo dice su nombre -auto defensa- para defenderse de los abusos, persecuciones y crímenes cometidos por las guerrillas que por 50 años han tenido al país sumido en un conflicto armado con millares de muertos, huérfanos y viudas; el remedio no salió tan efectivo ni contra la enfermedad ni para el enfermo.
El país cayó en una espiral de la violencia que se ha salido de las manos y que, por el mismo efecto del interés económico que hizo que la guerrilla se desviara de sus ideales y se convirtiera en cartel de la droga, los paramilitares perdieron su horizonte y cayeron en el mismo lugar común del narcotráfico y la delincuencia.
Para nadie es un secreto que las fuerzas militares y de policía de Colombia no han podido ganar la guerra contra la guerrilla y que este problema les quedó grande. Para nadie es un secreto que una ayudita de mas para contener los desmanes de quienes amenazaban la democracia, no vendría mal en alguna época. Para nadie es un secreto que los enemigos de los enemigos terminan siendo los amigos. Y para nadie es un secreto que los ganaderos, empresarios, políticos, policías y militares ante el agobio de la guerrilla, vieron en estos combatientes una posible solución y contactaron con ellos como quien contacta y contrata la seguridad privada.
Sin ir mas lejos, los paramilitares terminaron siendo esa vigilancia privada que empresarios, ganaderos y políticos pagaron por seguridad y que cuando la espiral violenta del combatir el fuego con fuego se convirtió de un incendio en un infierno, ya nadie quiso estar allí pero ya era tarde.
Cuántos delitos comentidos en nombre de la defensa ciudadana y la paz. Cuántos crímenes cometidos por tratar de contener a la guerrilla, cuántas alianzas non sanctas para creer que se podía hacer un grupo antiguerrillero y cuántos millones del PIB en esta guerra.
La política del gobierno del Presidente Uribe creó un boomerang que ahora le está dando justo en la cabeza. Se exigió -en medio del populismo característico que lo tiene en lo mas alto de las encuestas- crear una ley de justicia y paz que revelara la verdad y nada mas que la verdad. Eso al pueblo colombiano le llamó la atención y lo celebraron desde los familiares de las víctimas, hasta los implicados que votaron a favor la ley en el congreso.
Todos pensaron que podían escapar de alguna manera y que esta ley sería como otras: Un saludo a la bandera. Pero la situación cambió y las voces que pedían la verdad se hizo mas fuerte. Los medios de comunicación amplificaron esas voces y se convirtió en un sentir popular apoyado por la comunidad internacional. Se alcanzó a desmontar a los miles de hombres armados de las Autodefensas Unidas de Colombia en un 80%, a recluir en cárceles a sus líderes bajo los beneficios de la ley si confesaban y decían la verdad y se alcanzó, también, a criticarlos por callar y no decir verdades.
Pero cuando al fin decidieron hablar estos paramilitares y la clase política, económica y militar del país ve sus nombres reflejados en la Verdad al fin revelada, entonces nadie la quiere creer y ahora todo lo que a quienes se les exigió la verdad, entonces es mentira y calumnia.
Es que acaso el país no puede creer que los Santos no lo son tan santos. Es tan difícil de creer que el actual Vicepresidente de la República Francisco Santos y el Ministro de la Defensa Juan Manuel Santos, hayan sostenido reuniones cada uno buscando intereses políticos en momentos concretos, cuando pertenecen a una de las familias que ha dominado este país y que no quiere perder su lugar de privilegio.
Los Santos han construido un emporio económico que no quieren perder, tuvieron presidente de la república y su figuración política y dominio sobre el país, tampoco lo quieren perder. Han hecho hasta lo imposible por manipular la opinión pública del país a través de sus periódicos, revistas y canales de televisión y se han encargado de protegerse de los acosos guerrilleros y de todo aquel que les signifique peligro en los campos de lo económico, lo político, la opinión pública entre otros.
Los Santos no son tan Santos como tampoco lo son los otros grupos de familias dominantes en el país que se han visto salpicadas por las explosivas declaraciones de Salvatore Mancuso como en el caso de los grupos Santodomingo y Ardila Lulle, a quien señaló que varias de sus empresas de cerveza y gaseosas respectivamente contrataron con las Autodefensas servicios de seguridad.
En los Estados Unidos, la bananera Chiquita Brand que fuera salpicada por declaraciones similares de haber pagado a los paramilitares dinero a cambio de seguridad en una claro apoyo a su labor de Autodefensa, fue negado por la empresa e investigado por la justicia norteamericana y encontraron méritos para sancionarla. En Colombia estos grupos como Bavaria y Postobón se limitan en negar y utilizar los mismos medios de los Santos y con los Santos, para negarlo y se supone entonces, que el país les tiene que creer a ellos y no a los que al fin dicen la esperada verdad.
En la misma tónica de negarlo todo están generales de la república que ahora salen diciendo que es que los Jefes paramilitares, que cuentan detalles de sus nexos y cercanías de apoyo y colaboración mutua, son venganzas y lo quieren llevar al plano personal.
Si bien es cierto que los reos pueden mentir también es cierto que pueden decir la verdad y viendo la situación que los embarga dentro del incentivo de ganarse los beneficios de la ley de Justicia y Paz, es mas fácil que digan la verdad a que digan mentiras. Está en la Fiscalía que tome seriamente estas versiones y las contraste y les halle mérito. Que no solo sea creíble el caso de los congresistas que no tienen poder en los medios ni en las empresas y que quienes han ostendado el poder, en esta ocasión no puedan evadir su responsabilidad.
Colombia no solo necesita la verdad, sino que tiene que estar preparada para creerla. La sociedad debe movilizarse y exigir que quienes tienen responsabilidad en ello paguen.
Las AUC tienen que acabar, sus cabecillas tienen que pagar y los implicados también. Hay que capturar a los políticos corruptos, a los empresarios pro-paras, a los congresistas comprados por las Autodefensas; pero también hay que acabar con las FARC, hacer sus suus cabecillas paguen y los implicados en sus delitos también. Aquellos políticos y congresistas exguerrilleros deben darle la cara al país y pagar por lo que hicieron, deben decir también la verdad, contar quienes les ayudaron, empresarios y políticos. No son mejores ni peores que los demás. Todos están en el mismo lugar de podredumbre y escoria social que daña la sociedad colombiana y que no deja progresar el país al ritmo que este quiere.
Es lo mismo Petro que Mario Uribe, es lo mismo Araujo que Robledo, Es lo mismo Francisco Santos que Carlos Gaviria. Todos son parte de esos dirigentes que no quieren que la verdad sea conocida pese a que las evidencias.
El país tiene que estar preparado para creer la verdad por dura que sea, por investigarla. En este país cuando los protagonistas hablan, salen los implicados a desmentirla. Pasó cuando Popeye habló, o cuando el hermano de Pablo Escobar dijo su verdad. O cuando Carlos Castaño también habló. Todos de una u otra manera piden la verdad y cuando la dicen nadie la quiere creer.