Por: José Ignacio Penagos H.

Latinoamérica y sus países en su corta existencia dicen tener una tradición de izquierda. Una izquierda que en efecto ha sido débil y revolucionaria en medio del contexto de conformación de sus modelos políticos que obedecen a la simple forma, pero que ha sido también definitiva para que se den a conocer las realidades sociales de sus pueblos, pero la izquierda latinoamericana no es, ni en la sombra, algo parecido a la izquierda que se ejerce en Europa, lo que hace que al otro lado del océano, esta figura parezca arcaica, obsoleta y tienda a no funcionar.

Veamos solamente el ideal socialista del pensamiento de la izquierda en Europa, en donde se basa en la presencia estatal en las soluciones de los problemas de cada uno de los miembros de la sociedad. Se presenta en la perfecta coordinación de los aportes ciudadanos para garantizar la prosperidad y la calidad de vida común partiendo que todo dinero que llega al Estado se destina a la prestación efectiva de los servicios públicos básicos e infraestructuras de impacto social.

En este sentido se garantiza que todas las personas, sin importar su capa social, tengan acceso a la salud, servicios de transporte y comunicación decentes, educación para todos los ciudadanos y el respeto por la propiedad privada sin que exista detrimento de las posibilidades de mantener un nivel alto de calidad de vida. En Europa, la izquierda desde el socialismo busca que el pobre deje de ser pobre y cada vez sea mas rico y el rico pueda seguir siendo rico, porque se reparte bienestar por igual para todos los ciudadanos.

Pero es que en Latinoamérica eso está muy lejos desde el pensamiento e ideal socialista de la izquierda. Es triste, pero al otro lado del océano se perdió ese concepto de hacer que todos los miembros de la sociedad sin importar su nivel o capa social puedan tener mejoras en su calidad de vida y cuenten para el Estado. La izquierda latinoamericana lo que busca es fortalecer el Estado sí o sí, sin que se garanticen los servicios básicos. Están rayando con Estados irresponsables que se enriquecen con los aportes ciudadanos y dedican ese dinero en armarse y garantizar el poder de los líderes de manera indefinida olvidándose de ofrecer calidad de vida, servicios básicos decentes y buscan que el pobre sea cada vez mas pobre y el rico deje de ser rico y pase a ser pobre. Es un corte de considerar iguales a todos sus ciudadanos en la miseria.

Lo podemos ver en el ideal socialista que se aplica al pueblo venezolano en donde pese al petroleo y a la riqueza del estado, sus ciudadanos avanzan a la pobreza y han desaparecido las clases altas y medias; o en la realidad de Argentina cuya prosperidad dista mucho de lo que alguna vez fue y en donde los cinturones de miseria se vienen ampliando de manera nunca antes vista y con el éxodo de los que tenían algún poder adquisitivo. Igual hay que observar los ideales equívocos que evidencia Correa en el Ecuador y la realidad de los proyectos políticos de los partidos de izquierda en latinoamérica en general que marginan a la sociedad de la posibilidad de tener una mejor calidad de vida. Tal vez se salva Chile que desde hace mucho tiempo, cuando su gobierno no era de izquierda, ésta ya se mostraba con la madurez europea.

La izquierda latinoamericana no es mejor que la derecha y si el capitalismo ha frustrado a la sociedad y sobre todo a los menos afortunados, el socialismo que pretende vender la izquierda castra las posibilidades que hasta los pobres tratan de buscar en un mercado competido. La izquierda en latinoamérica está ciega y debe encontrar su rumbo, dejarse de luchas revolucionarias de viva voz y actuar en consecuencia y responsabilidad a las necesidades de los pueblos. Los ciudadanos electores en América Latina ya no ve por derechas o izquierdas, sino por proyectos políticos que en realidad ofrezcan solución a los problemas. Hoy mas que nunca, latinoamérica necesita una izquierda comprometida, responsable y progresista.