El dolor de patria chica desvia la verdadera tragedia

Indignados estamos los medellinences y aun mas indignado está el Alcalde de Medellñin que hasta carta ha enviado al director de la revista National Geographic y hasta ha invitado al Presidente de la República para que proteste ante esta publicación, por el attículo escrito por una periodista sobre la situación de violencia que vive la capital antioqueña. Pero hay que decirnos la verdad por encima del la indignación y del dolor de patria chica: Nada de lo que en la publicación se afirma es falso.
El artículo titulado Medellín capital de la muerte, es una estremecedora radiografía de lo que en los barrios populares se vive a modo de olla que hierve lentamente con una situación que recuerda que la problemática social y de seguridad no andan bien.
Es doloroso que sea esta la manera de recordarlo. Que sea una prestigiosa e influyente publicación mundial la que saque y ventile el tema y la cruel realidad que se vive. Y duele porque opaca la imagen que Medellín viene construyendo desde hace mas de una década luego de la extema situación de violencia que se vivió con la guerra entre el Estado y el Cartel de Medellín liderado por Pablo Escobar, quien además es recordado con su ejército de sicarios en la publicación. A mi como paisa me duele también, pero el Alcalde y quienes habitamos y nacimos en esta tierra tenemos que reconocer que esas épocas no han desaparecido del todo.
Razón tiene el Alcalde en indignarse si reconocemos que la publicación en ningún momento muestra que se está haciendo para cambiar esta situación. Pero es que hay que reconocer que el espíritu de la misma no es hacer eco de las políticas públicas que, de algún modo, no han sido suficientes para controlar la situación.
Yo como periodista testigo de la violencia desencarnada vivida hace una década, reonozco en la publicación, un espiral que repite de cierto modo la situación vivida a finales de los 80 y de los 90. No obstante y aunque sus motivaciones son diferentes, se muestra claramente y en historias, hechos que no podemos negar que suceden y que la periodista escritora del artículo profunidza mostrando desde dentro de los personajes la realidad.
El dolor de patria chica que nos lleva a protestar y que el Alcalde tiene, está desviando la verdadera tragedia que se vive. No deberíamos estar preocupados por la imagen que podamos generar ante el mundo. Deberíamos preocuparnos mas, por la situación que se tiene y que se muestra en la publicación. Miles de niños en las calles, Miles de madres abandonadass que sobreviven. Miles de jóvenes desempleados sin opciones de futuro. Una ciudad escondida tras la imponente imagen e infraestructuura del metro y sus limpias calles que no permiten ver la problemática social. Unos barrios populares habitados por quienes no encuentran mas empleo que el comercio de la vida y la muerte, del hambre y la desilución.
El Alcalde de Medellín debe preocuparse ahora en reconocer que el probelma existe. Que si bien se están haciendo muchos programas y propuestas de solución, éstas aun no son suficiente. Que el problema no está arriba en las comunas sino, inclisive, a dos cuadras de su despacho en Barrio Triste. Que la realidad supera los deseos y que tiene una ciudad que aunque menos violenta que hace 10 año, aún es violenta.
Que si en un año ya no se tienen 3mil o 5 mil muertos, es inaudito que tengamos 2 mil o mil o quinientos, pues la vida es la vida y no puede permitirse que la mitad de la ciudad con problemas sociales y económicos, se coma la otra mitad de la ciudad pudiente y visceversa.
Debe reconocer el Alcalde y nosotros los paisas, que el problema no es si National Geographica publica una realidad o que sea El Colombiano o una radio local la que lo haga. Debe reconocerce que el problema está ahí, latente, escondido pero visible y no debe ser ignorado y no se debe desviar la atención cuando ese mal va creciento lentamente y quizas en secreto hasta salirse de las manos.
Reflexionemos pues sobre el tema y no desviemos la atención ni le reclamemos a la influyente publicación y ocupémonos del problema que nos agobia.

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