1. ENTORNO:

El universitario es un ser que, independientemente de su edad, sexo o estrato social; tiene una sicología propia que le determina unos parámetros propios de comportamiento y que, al mirar en conjunto a la comunidad estudiantil, se hace colectivo.

Todos los Estudiantes en una universidad se pueden concebir como una unidad, como una masa que camina hacia el mismo lugar con objetivos muy parecidos y, en oportunidades, iguales pero con motivaciones diferentes.

Estos patrones de comportamiento están dados por elementos de identificación. Esta identificación parte de lo común: como lo es la carrera que estudian, su afinidad en formas de ver la vida académica, su congruencia con los deportes, la forma de vestir, o por convencionalismos.

Esto no determina igualdad, sólo una unidad de parámetros que los hacen ser uno en necesidades y en satisfacciones dentro de un escenario que se torna propio y a la vez ajeno. Dentro del entorno compartido tienen como suyo el espacio, los profesores, los salones, los recursos y los problemas que allí se generen o se solucionen.

Los estudiantes tienden a mirar como suyo ese entorno en cuanto les favorezca, pero su mirada es dual y ese espacio es ajeno cuando necesitan retirarse, desde la crítica, ante un satisfactor negado. Es allí donde ese espacio no les pertenece.

Ese entorno es como un oasis en medio de la vida común y corriente de ese individuo que tiene como suyo un tiempo compartido pero, al fin y al cabo dentro del individualismo, es suyo.

La mayoría de los estudiantes, llegan en edades de adolescencia y sufren en el transcurso de sus estudios universitarios la transición a la juventud. Esto les permite tomar a la universidad como un espacio en el que se autorreconocen en el aprendizaje de una libertad no tenida antes cuando estudiaban en el colegio. Supone –para ellos- una forma de vivir su vida sin el control al que eran sometidos.

Cuando este sentimiento es puesto en común por los estudiantes en sus reuniones, conversaciones o tertulias, entre clases o después de ellas, se da una especie de plan de vida unificado frente a la manera de prolongar esa libertad y ese “no control” por un rato más luego de clases. Esto condiciona algunas conductas en ellos que los abre ante un nuevo entender el ser social.

Esta radiografía no puede asumirse como peligrosa, por el contrario, es alentadora, si se tiene en cuenta que cuando se abren espacios dentro de la universidad y se orientan, se puede formar una persona con preceptos de responsabilidad, autocontrol y consciencia del cambio como un proceso.

Para muchos estudiantes la universidad es ese espacio que les da libertad por algunas horas al día y que aprovechan, además, para estudiar. En este sentido, la universidad es tomada como disculpa para escapar de algunos problemas propios y crear otra realidad; o una realidad paralela a la constante.

El entorno universitario es definitivo en la formación de los estudiantes y es aquí en donde es necesario comenzar a trabajar en la consciencia de ese futuro profesional sobre su proyección como persona, como ser social, como familia, como persona que ingresará a otro entorno que lo pondrá a prueba: el laboral.

La universidad tiene un entorno común e inmodificable al rededor de su misión: el académico. Quien entra a la universidad o quien se denomine universitario, es porque estudia en ella y accede al conocimiento que le permitirá desempeñarse dentro de una actividad en su vida laboral. Pero en cada uno de los individuos que se reúnen con ese propósito, en ese entorno propio, debe reconocerse las motivaciones individuales.

Al contrario de antiguas teorías, la universidad no es un sitio de reunión para conspirar. Los estudiantes universitarios han cambiado radicalmente la concepción de su entorno. Mientras en los años 60 y 70, el entorno universitario era asumido como el escenario natural para la lucha de ideales y la proposición, hoy en día este mismo entorno es tomado más en sentido social; y aunque no se renuncia a ser el espacio de búsqueda de respuestas, el universitario actual, lo asume de manera más leve.

Es en este espacio en donde las ideas se discuten en clase y las proposiciones son una tarea más de corte individual, pero el resto – lo propositivo- se da en el escenario de las relaciones interpersonales, cada día más a prueba y cada día más cambiantes a su modo de ver.

Todo esto obedece a la proliferación de paradigmas que a lo largo de la vida del adolescente y del joven, han comparado y han emulado. Para muchos esto es sinónimo de modernidad y para otros es sólo la muestra de unos tiempos cambiantes en donde se genera una permanente búsqueda del ser y de su manera de ser.

Esto dentro del entorno universitario, condiciona especialmente la forma de asumir la Asesoría Académica, pensándola desde visiones más abiertas, liberales y actuales.

2. EL ASESOR ACADEMICO DE HOY:

No es fácil tratar de encontrar el Asesor Académico perfecto, pero si es posible buscar la respuesta a las preguntas del universitario de hoy para responder como asesores a esa necesidad. En primer término, no se debe caer en el error de pensar que el Asesor Académico es un sabelotodo, que tiene el conocimiento absoluto y que puede –entre otras cosas-, entregar la respuesta perfecta para cada caso expuesto por algún asesorado. Tampoco es posible concebir que la universidad tiene la misión de poner a pensar a todos de la misma manera.

Lo que sí es necesario, es pensar el Asesor Académico desde un ideal estructurado desde la universidad, pensarlo desde una visión comprometida con el futuro de un país, comprometida con la recuperación y construcción de los valores y comprometida con el ser. El Asesor debe reconocerse como un mediador entre el alumno y su entorno.

Para ello es importante que el Asesor Académico reconozca sus debilidades. Debilidades que seguramente están en la comprensión del entorno universitario tal y como lo asumen los estudiantes, sin perder la dimensión de su labor profesional como docente.

El primer criterio, entonces, es sentirse universitario. Esto implica adentrarse más en la vida que viven los estudiantes, conocer sus preocupaciones y sus problemas. En otras palabras vivir la universidad.

Esto facilitará su relación con ellos y permitirá llegar de manera más directa a la vida del estudiante. Permitirá también cumplir con esa identificación que se genera llevando una relación de Asesor- Asesorado en donde la barrera que separa el uno del otro, por la condición de Profesor- Estudiante, sea casi transparente respetando los roles.

En segundo término, el Asesor debe ser Actual. El Asesor debe ser consciente que los tiempos han cambiado y que evolucionan con rapidez. Debe saber que la persona asesorada está en un cambio permanente –no sólo por factores externos o de su tiempo- sino de su propia evolución. Ese parámetro de Actualidad, debe ser entendido desde el lenguaje a utilizar, la manera de hablar con él, la forma de vestir y el manejo de información que va desde lo más banal, hasta lo más profundo. Es casi seguro que un asesorado no será la misma persona entre un semestre y otro. Cambian sus percepciones, sus problemas y sus expectativas.

En parte este criterio se refleja en respeto al estudiante. El asesorado se sentirá en mayor confianza, sentirá que es comprendido y que lo conocen y esto llevará, no sólo al respeto sino, al reconocimiento del rol del Asesor.

Hoy en día el universitario tiene ante sí cientos de paradigmas que nacen desde la familia, los amigos, el colegio, la universidad, la televisión, el Internet, entre otras fuentes de información; que lo bombardean con diferentes modos de solucionar sus problemas, establecer sus relaciones personales, asumir sus responsabilidades y vivir su vida.

El asesor se convierte, entonces, en una fuente de información más, que le ofrece paradigmas o modelos sobre cómo vivir la vida y desarrollar su personalidad. Para ese asesorado, lo que le diga el Asesor es una opinión más dentro de todas las que se le ofrecen en cada uno de los espacios, que le plantea posibilidades.

Parte de aquí el concepto de la originalidad en el universitario. Ningún estudiante es él mismo por construcción propia. Esto lo debe saber el Asesor, puesto que debe considerar porqué su opinión puede ser la válida para el estudiante. Esto requiere de argumentos. El Asesor debe llenarse de argumentos y conocimiento.

Muchos asesores han fallado en su labor, al olvidar uno de los elementos importantes que deben ser tenidos en cuenta. El Asesor sólo puede ofrecer una opinión más y no debe asumir su papel como si fuera un padre sustituto, que no necesita el estudiante. El Asesor no puede montarse en la idea de que es la persona que todo lo sabe o quizá, convencerse que “desde la barrera se ve mejor la corrida” y por ello puede dar mejor la solución.

El joven de hoy parte de lo vivencial. Sus problemas y sus soluciones se dan en momentos de verdad, nunca hipotéticos y es en ese plano en donde soluciona sus problemas y entiende su mundo. El Asesor, pues, tiene la misión de aprovechar la experiencia que ha adquirido, para generar un patrón de actualidad ante su asesorado sin caer en el riesgo de la comparación y en cambio, si, “ponerse en los zapatos del otro” y ayudar así al asesorado.

El universitario de hoy no es original, es la copia de múltiples modelos parciales que han sido tomados y asumidos como propios por el joven. Esto los condiciona en lo que denominan estilos, y aunque cada uno se dice desde su individualidad, ser original, la verdad es que cada uno se matricula en estilos que hoy en día son llamados, por los teóricos, subculturas juveniles; que les permite vivir dentro de sociedades tribales.

El Asesor Académico debe ser consciente de esto para poder asumir su papel dentro del tercer criterio: Amplitud.

La amplitud es entendida desde la perspectiva de los jóvenes de hoy, como la capacidad que tiene alguien de aceptar las ideas de manera liberal sin ser juez. A esto lo denominan: “de criterio abierto”.

Esta condición involucra demás la confidencialidad. Este criterio exige del Asesor Académico, capacidad de escucha y mentalidad abierta para aceptar y orientar con criterio. No significa que “el aceptar” las ideas, sea estar de acuerdo; es por esta razón que se requiere de una fuerte capacidad orientadora.

Muchos jóvenes no aceptan al Asesor porque consideran que se genera una barrera al tener, en frente, a un juez. Cada día ellos necesitan personas que les sepan conducir por un camino, pero que no los critique de manera salvaje y que les permita continuar su camino sin señalamientos.

Ser de criterio abierto, no juez y confidencial, es importante para situaciones que cada día se hacen más comunes; como casos que necesitan mantenerse en secreto y que requieren discreción. Para citar ejemplos: casos de homosexualismo, drogadicción o falta de valoración personal.

El Asesor, debe ser esa persona que oriente y respete las tendencias humanas orientando y corrigiendo de manera sutil pero efectiva. Parte de la amplitud de criterio es reconocer la realidad actual y continuar forjando lo ideal. Para ello es importante mantener el respeto y orientar frente a esa realidad que se vive.

3. PRIORIDAD: TRABAJAR EN VALORES.

El siglo que recién comienza, trae consigo una búsqueda desesperada del ser y para el ser. La evolución, los cambios tecnológicos y las condiciones de vida actuales, han permeado en cada sociedad, los parámetros universales de convivencia.

No es extraño encontrar en cualquier ámbito el efecto de la relativización. La vida de hoy se mueve en el exagerado margen de “lo relativo” y esto invadió, por supuesto, el significado absoluto en colectivo y en lo individual que tenían los valores.

De repente, la sociedad moderna necesitó para afrontar los retos de la tecnología, de lo económico y de los nuevos estatus, justificarse. Para ello entonces, todo parte de ser más o menos bueno o malo, dentro de una escala de grises, como si se tratara de lo que separa el blanco y el negro sin conceptos absolutos. La necesidad de justificar las acciones llevó a que la relativización de los valores fuera algo normal y llevó a concebir que “la línea que separa el bien del mal, se convirtiera en una diagonal”.

Así matar, por ejemplo, es malo. Va en contravía del valor Vida. Pero es menos malo si lo hace alguien por dolor, por defensa o por miedo. Y es bueno, si se mata al malo o si se mata, a quien postrado en una cama, es un vegetal.

La relativización de los valores está dado desde tres puntos importantes: la motivación, el fin y los medios.

Es aquí en donde el Asesor Académico debe hacer enfasis: en trabajar en la reconstrucción del significado de los valores y en recobrar la condición absoluta del valor.

La tarea formativa de la universidad no está basada exclusivamente en el conocimiento por el conocimiento, sino en el conocimiento para hacer buenas personas. Como silogismo, las personas son quienes forman la sociedad y mientras más buenas personas se formen, mejor sociedad se tendrá. La labor de la universidad desde el Asesor Académico es reconstruir el tejido social desde la reconstrucción de los valores en cada asesorado. Este es nuestro reto para el siglo XXI.

0 Comments:

Post a Comment