Tuve la oportunidad de ingresar a un quirófano. Se que no es algo extraño para muchos que alguna vez han estado allí como pacientes, pero considerando que soy una persona del común, tiene su encanto descubrir aquellas salas míticas que se han exaltando en las series de televisión. Pero estas series como Anatomía de Gray, Uregencias y Dr House, Hospital Central y todas aquellas que han tenido como base de sus historias los quirófanos y lo que en ellos ocurre, se quedan en poco con lo que la ralidad muestra de ellos.
El quirófano, ese santuario en donde hasta la muerte tiene que debatirse con la vida para ver quien gana la partida, tiene como protagonistas a aquellos cirujanos que hacen de dioses y la mayoría de las veces lo logran. En estos santuarios, hasta la muerte tiene solución en esta vida.
Pero pretendo centrarme en el episodio. Algunos podrán ir a los quirófanos de visita o a asearlos y tal vez como pacientes, pero casi nadie puede estar en ellos para presenciar un transplante de corazón, salvo los que hacen que esta magia sea posible. Como periodista inquieto que presumo ser, me atreví a decirle a un amigo español que es cirujano que de todas las imágenes grabadas en mis períplos de reportero, me hacía falta de de un quirófano y si fuera en un transplante sería mejor. Si bien uno cree que las madres tienen razón cuando dicen que las palabras necias se las lleva el viento, esta necedad tuvo eco.
El día que mis palabras se pronunciaron va a quedar en la memoria por siempre, porque sin terminar de reflexionar lo dicho, ya había encontrado respuesta afirmativa de mi interlocutor con una franca invitación. Cual fuera mi sorpresa cuando me expresa, con bastante interés, que sería una muy buena idea grabar una intervención y fue mas allá; pues de ser posible, podría acceder a grabar todo el proceso desde que se pone en marcha el código, el traslado en helicóptero hasta donde esté el doante y, por supuesto, la intervención del transplante.
Al comienzo la risa nerviosa se apoderó de mi como quien no cree la cosa, pero con una sutil mirada me di cuenta que hablaba en serio. Qué momento!!. Así fue. Unas semanas mas tarde, quedé simplemente en visitar el hospital y al jefe de mi amigo para ver si la posibilidad se podía dar de manera planeada; pero otra sorpresa fue, cuando en camino por la autovía desde Madrid hacia la ciudad española de Valencia, el teléfono móvil suena para advertirme que se había activado el código y que esa misma noche a mi llegada, me dirigiera directamente al Hospital La Fe, en donde se produciría el transplante.
Adiós a la formalidad y fuera quedaría el traje y la corbata que llevaba en el equipaje para entrevistarme con el Jefe. La seriedad de la invitación fue tal que como se dice en Medellín, todo se produjo "Diciendo y Haciendo y Listo". Nada de antesalas, la vida se tiene que abrir paso ante la muerte y no da espera para formalidades. Esa fue realmente una lección.
Esa noche llegué a Valencia con la cámara de video -que siempre la llevo a donde voy- pero como no se había planeado nada, tenía baterías y cintas limitadas. Otra de las lecciones: hay que estar como los boy scout, "siempre listos". Pero continuo. El Hospital General la FE es el mas grande de Valencia y es uno hasta donde recurren los españole para ralizarse transplantes de corazón. La noche anterior se había hecho uno doble de corazón y pulmón simultáneo en un mismo paciente que no es muy común.
El Hospital La Fe, realiza en promedio un transplante de corazón cada semana y en lo corrido del año 2006, son ya 40 los realizados igualando a los del total del año pasado. Es tal la audacia de los cirujanos, que con los limitados recursos que cuentan, logran sacarlos adelante con excelentes estadísiticas de éxito. Es literal. La vida se abre paso sobre la muerte y la muerte encuentra en las manos de estos cirujanos, una traba para su cometido. Con un transplante, un paciente puede prolongar la vida entre 7 y 25 años, según la edad y el estado del transplantado.
Esa noche era especial. No se trataba de una intervención normal. El paciente, un hombre de 64 años encabezaba la lista de quienes esperaban un corazón desde hace algunos meses luego de haber sido intervenido para adaptale en su corazón dos ByPases que por su condición, poco o nada estaban aportando en su calidad de vida. Así que esta intervención era especialmente difícil y con poca probabilidad de éxito por tratarse de una reintervención en una persona de edad avanzada. Lo increíble del caso, es que sería la segunda vez que le abrirían el pecho y en esta ocasión -de vivir- lo haría con un corazón nuevo.
En España por ley, toda persona es natrualmente "donante" de órganos. En esta caso la donante era una mujer de 43 años muerta cerebralmentte en Santander a 680 kilómetros de distancia. Allí, se encontraba su cuerpo en espera de quienes volaban para retiratle el corazón, guardarlo en hielo dentro de bolsas y soluciones que lo mantengan en buen estado, mientras el paciente en Valencia comenzaba a ser intervenido y preparado. Todo se mueve tan sincronizado que un reloj suizo no alcanza la precisión que tiene este equipo de la Unidad de Transplantes del Hospital La Fe y todo el dispositivo de la Generalitat Valenciana.
Desde que llego al hospital sin aun hacerme a la idea, me desprendo de la ropa casual de reportero y visto aquellos trajes que suelen usar los cirujanos y que en televsión casi siempre son azules, pero aquí son verdes. Todo el ritual, gorro, cubrezapatos, tapabocas y un reconocimiento del lugar para saber por donde moverme con libertad sin hacer estragos. Cada uno sabe que hacer y no podía interferir.
El nombre de aquel paciente apenas lo leí en alguna unidad de sangre una vez. No lo conocía y él tampoco a mi. Lo único que se es que le conocí tan íntimamente y tan profundamente, que supe como era su antiguo corazón y como se ve su pecho partido en dos y su cavidad toráxica totalmente vacía. Algo que ni él podrá verse. Este nivel de intimidad, traza un nexo inolvidable entre aquel señor anónimo y yo.
Si bien la experiencia de reporterio arroja ideas de como enfrentar las situaciones complejas, esta no estaba en los libros de periodismo ni en la resistencia que se puede alcanzar a desarrollar en momentos críticos. Luego me enteraría que entre el personal habían apuestas de si alcanzaría a resistir toda la operación o me desmayaría en algún momento. Me cuentan que suele pasarle a muchos inclusive a enfermeros, auxliares, médios y residentes. Para tristeza de quienes apostaron en mi contra, lo resistí, pero no puedo negar que la impresión es tal que la adrenalina me mantuvo de pié mientras veía el bisturí eléctico hacer los finos cortes a lo largo del pecho y la sierra romper las costillas para abrir la cavidad.
La intervención debería tardar solo 3 horas, pero esta se prolongó por 7 horas. Como dicen los cirujanos, estuvo especialmente movida. Comenzó a las 11 de la noche. Horas antes, las 9 salió un equipo por el corazón en un vuelo charter. Desde ese mismo monento los cirujanos comenzaron a trabajar en el paciente, para que cuando llegara el corazón no fuera sino ponerlo. Pero las cosas no pintaban bien.
La cámara comenzó a grabar a un paciente que parecía no resistir siquiera los primeros cortes. Amenazó con irse de manos de la muerte con un paro cardiaco a solo minutos de comenzar y sin siquiera abrirle el pecho. Los galenos entraron en acción. No crean que es una acción de aquellas que se ve en televisión de desespero, gritos y movimiento. Es una acción concentrada, calmada y precisa. Ellos dicen que esa calma es la muestra del mayor desespero, pero las cosas se hacen despacio y bien. Esa noche pensé que vería ante mis ojos a una persona morir sin poder defenderse, pero esos milagros lo hacen estos valientes. El paro se convirtió en reanimación y la muerte debió irse sola, pero seguiría acechando en la madrugada.
En el quirófano presencié tres corazones: 1 el que retiraron, 2 el que le pusieron y 3 el que reemplaza al corazón mientras el paciente no tiene ninguno. Es sin duda un milagro compartido entre lo que hacen quienes realizan la intervención y la tecnología que permite que una gran bomba reemplace transitoriamente la función cardiaca y que es operada por una, tambien valente, mujer.
El procedimiento tiene un olor característico a carne quemada a causa del bistrí eléctrico que al cortar quema y coagula impidiendo que los músculos expulsen mucha sangre. El trabajo en equipo es la garantía, pero tienen una resitencia de deportistas para mantener la concentración durante todo el tiempo.
Luego de avanzadas las horas y de la primera estabilización del paciente, llega el corazón en una nevera azul de plástico inundada de hielo. Dentro de la nevera, un contenedor gris de un metal especial con orificios verticales en los laterales y también llena de hielo. Dentro una bolsa llena de una solución y dentro de esta otra con mas solución donde está el corazón.
Para ese momento el trabajo coordinado hace que se esté en el momento en el que se extrae el corazón que no sirve, el mismo que tiene los ByPases y que no bombeaba la sangre con suficiente fuerza para mantener con vida al paciente. Y es cuando se produce el milagro. El corazón nuevo sale de las bolsas, queda nadando en un platon especial lleno de otra solución y de allí a las manos del cirujano que lo introduce en la caja toráxica en este momento vacía.
El trabajo de los cirujanos y de todo el equipo es alucinante y pulcro. Se inica una larga sesión de cortes minuciosos y de finas sutras de cada parte del corazón que lo requiere. Son tan finas y delicadas que no se ven bien a simple vista, solo es posible a través de las lentes que tienen los cirujanos en sus ojos y en mi caso por la lente de la cámara.
Poco a poco se incorpora el nuevo corazón y se le comienza a probar que no queden puntos que permitan que la sangre salga en medio de los puntos de sutura. Por naturaleza, el corazón bombea de manera débil mientras le son acondcionados los cables del marcapasos que lo acompañará por un tiempo. Es el momento que marcaría el comienzo del final de la intervención, pero esta vez no sería así. El proceso de un paciente reintervenido sale a relucir y este no pone a funcionar su nuevo corazón como debe ser. Pasarían 3 horas de larga espera mientras se estabilizan sus condiciones tras los rostros de desesperanza e incertidumbre del equipo médico. Siempre optimistas, pero con muestras de pensar que esta vez la muerte les ganría la partida. Pero su paciencia infinita, no les permite dejarse y esperan mas del tiempo normal. Es una situación inusual. En otros casos habrian salido a hablar con los familiares y decretarían su muerte. Pero no. Ellos estaban a la espera y ésta tuvo sus frutos.
A las 5 de la mañana el corazón reaccionó con potencia y se estabilizó. El paso final es impactante luego de ver la magia y el milagro de un corazón funcionando con el pecho abierto viene lo difícil que es para los ojos asumir que con alambre se cierra el torax. De allí en adelante el cuerpo del paciente vuelve a pertenecerle y su sangre está en su cuerpo y no en el tercer corazón. La vida se abrió paso y a las 7 de la mañana el transplante culmina con éxito.
El cansancio y el asombro no desaparecen. Se incrementan en las miles de reflexiones que sobre la vida, la muerte, los milagros, la ciencia, la tecnología y hasta de Dios, pasan por la cabeza de este reportero. Las palabras necias se habían cumplido. El archivo de imágenes estaba completo.
No puedo mas que reconocer la valentía, la persistencia de quienes realizan este milagro. Al salir del hospital y mientras conducía hacia el lugar donde me quedaba para descanzar, venían a mi mente las miles de frases, canciones, expresiones y poemas que se hacen con el Corazón, con la palabra corazón. El la forma representativa del símbolísmo y la forma que realmente el corazón tiene. Los atributos que le damos con respecto al amor y los sentimientos, el carácter de profundo que tiene en expresión y significado y yo tuve el corazón o los corazones de un hombre casi que en mis manos... en mis ojos.
Ví como latía el que mal estba y como dejó de palpitar. Ví como es el espacio profundo de un hombre sin corazón. Ví como un nuevo corazón llena el vacío que pretende dejar la muerte y como vuelve a palpitar para hacer feliz a toda una familia cuyo padre estaba en un quirófano siendo el protagonista de esta historia.
Al final la oportunidad de visitar el quirófano se repetiría dos veces mas para cirijías de corazón abierto y cada vez encontraría mas maravillas en los detalles de lo que hacen cada uno de los miembros del equipo de transplantes. Esta vez tengo que darle valor a las palabras necias que me brindaron la experiencia mas increíble aquella noche del transplante de corazón.
AGRADECIMIENTO
Agradecimiento muy pero muy especial al valiente que me mostró como la muerte tiene solución y porque hay que respetar la vida. Al gran valiente cirujano y amigo. Dr. Juan Antonio Margarit.