Por: José Ignacio Penagos H.
Como si se tratara de un gran centro comercial, la ciudad de Bogotá viene siendo subastada en sus calles y esquinas por bandas de delincuentes que se han apropiado del espacio público de manera ilegal y cobran por su uso al mejor estilo de la mafia china y siciliana en Nueva York.
Se trata de una modalidad iniciada hace una década por los bloques urbanos de las Autodefensas Unidas de Colombia en las calles que comprenden el San Andresito de la 38 y que ahora se extiende al cento y zonas de alto flujo comercial en diferentes rincones de la ciudad.
La historia del naciemiento de este "peaje" que se cobra a vendedores ambulantes, comerciantes callejeros, taxistas, coteros, prostitutas y tarvestis, es la historia del boomerang. Un grupo de comerciantes de San Andresito piden a las autdefensas que los protejan de delincuentes y milicias de guerrilla que cobraban vacunas y de otros comerciantes callejeros quienes lesionaban sus intereses haciendo competencia en las aceras.
Entonces las AUC pagadas por este grupo de comerciantes comenzaron a identificar a los usuarios del espacio público y comenzaron a cobrar por dejarlos trabajar como una forma de compensación a los comerciantes por los daños causados. La protección se fue autofinanciando hasta ser las propias AUC quienes lideraron los negocios callejeros y de ventas ambulantes encontrado una fuente de ingresos adicionales.
En medio de tremendo caos, las AUC entraron en guerra con los grupos de milicias de izquierda que dejeneraron en un rosario de muertes selectivas y en carrobombas en la zona que transcendieron a la opinión pública.
Solo con estas muestras violentas se daba la alarma de lo que estaba pasando desde hace varios años y para cuando las autoridades trataron de poner freno al problema, este ya tenía demasiada ventaja. Pero llegó la desmovilización de varios de los grupos de AUC y con ellos los de San Andresito y el negocio quedó a merced de todos aquellos que sabían como funcionaba el negocio.
Ante la ocupación ya casi permanente de San Andresito y sin la existencia de un jefe zonal, muchos delincuentes que aprendieron el funcionamiento del negocio evitaron disputas y problemas en la zona y fueron colonizando otras aceras, otras esquinas y otros lugares de la ciudad.
Hoy el problema se agrava, pues estos delincuentes se han apropiado del espacio público de sectores populares y algunos exclusivos en donde venden o arriendan las esquinas y las ubicaciones de los comerciantes informales.
Aceras y esquinas de Capinero, Santa Fé, San Victorino, Kenedy, Barrios Unidos, la Zona T, la Zona Rosa y algunas partes céntricas de la carrera Séptima, Caracas con calles Trece y décima, son las que mayor presencia de cobradores y "dueños" hay.
Es una anarquía total, dice un vecino del centro que denucia que hasta le cobran a las bandas de atracadores para que puedan actuar. En el barrio Santa Fé, dice un taxista, le cobran por permitirle parquear para recoger a quienes salen de "La Piscina" y explica que a ciertas horas, le cobran a la gente por caminar por el sector aduciendo que es lo van a proteger.
En la Zona Rosa, un vigilante de un almacén cuenta como ve las "oficinas de cobro móviles" que hablan con los vendedores ambulantes y les reservan los espacios donde se pueden ubicar en la 82 y en frente del centro comercial y el paseo de la Zona T.
El tema ya fue expuesto en el Concejo de Bogotá por varios concejales que denunciaron esta situación, pero a quienes no se les prestó mayor importancia. La policía de la ciudad es la encargada de hacer respetar el espacio público, pero es cierto que son muy pocos policías para cubrir una ciudad tan grande y hacen lo que pueden con el apoyo de las denuncias de la ciudadanía y dan cuenta de haber capturado a varias bandas delincuenciales.
El problema apenas se está expandiendo agravando el problema de seguridad ciudadana y comienza a hervir luego de estar como "agua en bajo" y va tomando ventaja. Es hora de que la Alcaldía de Bogotá y las autoridades competentes tomen cartas en el asunto no con paños de esa misma "agua tibia" y desarrollen un plan coherente y una estrategia para detener este fenómeno de propiedad del espacio público que podría degenerar en una anaquía callejera.